martes, 11 de octubre de 2011

José Adrián Martínez Galeote

De la utopía a la  creatividad
Mtro. José Adrián Martínez Galeote
Una tarde del mes de marzo del año dos mil diez, en la que me encontraba descansando en mi casa después de una jornada de trabajo en el “Instituto Jaime Torres Bodet”, de Cuautlancingo, Puebla, en donde actualmente me desempeño como docente, sentí la necesidad de diseñar un proyecto para la escuela donde trabajo, el cual nos permitiera a todos los profesores y estudiantes escribir y compartir nuestras experiencias docentes, que dejaran ver las propuestas de innovación que algunos profesores elaboran y experimentan con sus estudiantes, las anécdotas del quehacer docente que día a día le dan sentido al trabajo a través de la relación interpersonal con los demás, de los ideales, sueños y realidades que sustentan e impulsan la práctica docente, motivando cada día a sus protagonistas y que fuera motivo para investigar, leer, escribir y compartir mediante el trabajo colaborativo. Entonces decidí escoger algunos libros que tengo en mi casa, para conocer las experiencias que han tenido los profesores de otras instituciones en relación a la escritura, y al estar leyendo algunos párrafos, encontré similitud entre las experiencias narradas en los libros y las experiencias docentes que he vivido cada día en mi centro de trabajo, me llamó mucho la atención el libro de mi primera experiencia docente, de la Escuela Normal de Zacatecas, la Escuela que hicimos entre todos de una institución de Argentina y algunos libros de la Universidad Pedagógica Nacional, que comparten proyectos de innovación y que por cierto, es la Escuela en la que me formé como Licenciado en Educación, y; que tanto admiro por su Proyecto Educativo y la calidad de sus guías de estudio y  antologías, así como por el impacto que ha tenido en mi formación docente y específicamente porque me ha ayudado a  impulsar los esfuerzos que realizo cuando diseño y desarrollo proyectos de innovación.
Después de soñar e imaginar algunas ideas sobre mi propuesta y representarlas en mi mente, hasta el grado de verlas consolidadas, desperté de mi sueño y me decidí a escribir y darle una primera representación mediante un borrador que hice en hojas blancas de reúso, recuerdo que como siempre lo hago, escribí algunos conceptos y a través de círculos, cuadros, rectángulos, líneas y flechas, organicé en dos ó tres páginas todo el proyecto, de tal manera que en ese momento me invadió una gran emoción de tener la libertad y el derecho de hacer propuestas para mejorar las cosas. Recuerdo que me pasé algunas horas cerca de la mesa de mi cocina, sin querer atender otras cosas importantes de mi vida y en particular de mi familia, tal vez jugar con mis hijos, platicar con mi esposa, hacer algún arreglo a la casa o terminar una tarea pendiente; en ese momento dentro de mí había una gran motivación y una idea cuya fuerza era superior a cualquier otro asunto que debiera ser resuelto. Creo que el deseo de darle vida a la idea que se convirtió en un Proyecto para la publicación del libro institucional, fue tan intenso, que funcionó como cualquier necesidad básica, apareció como un impulso y motivación que me hizo creer que algo hacía falta en la escuela y que yo era el indicado para llevarlo a cabo, primero, teniendo la idea y luego pasar a la elaboración de un plan, que guiara el desarrollo del proyecto, porque pensaba que tenía que seguir siendo una persona entusiasta e innovadora como siempre me  habían conocido en la institución; creo que en ese momento mi mente y mi alma tenían hambre y sed de creación para reafirmar su valor y encontrar algo más que me ayudara a trascender. Cuando me di cuenta ya tenía muchas ideas sobre el papel, como la de presentarle el proyecto al director, porque además de ser la máxima autoridad de la institución y uno de los que podrían autorizarlo – digo uno, porque no acostumbra imponer su voluntad a los demás, le gusta presentar las propuestas a la comunidad escolar para que den sus opiniones y la enriquezcan con sus propuestas- otra idea que me surgió al inicio fue la de decirle al director en el oficio de solicitud y propuesta, que le solicitaba la autorización y el apoyo para  redactar con la colaboración de directivos, maestros, estudiantes, personal de asistencia y servicio a la educación, de padres de familia, autoridades civiles y demás personas de la comunidad, un libro, acerca de la síntesis de la obra educativa y las experiencias vividas en el “Instituto Jaime Torres Bodet”, durante el curso escolar 2009-2010, y con prospectiva al futuro. Me acuerdo que en el documento que le entregué le propuse algunos nombres del libro, consciente de que el título se iba a decidir de otra manera, sin embargo; lo que yo quería es que se emocionaran al ver los títulos posibles del libro y esta idea generara la necesidad de que propusieran otros nombres y que la emoción aumentara al ver que el libro ya tenía un nombre; entonces les propuse que el libro institucional llevara alguno de los siguientes nombres: “biografía escolar”, “álbum de una familia educativa”, “crónica del acontecer cotidiano de la escuela”, “trazos y líneas coloridas de la experiencia  escolar”, “momentos educativos” y “portafolio institucional”. Hago un paréntesis para expresar que lo que estaba ocurriendo con mis ideas y el papel, se realizaba en un marco familiar y del hogar en el que mi esposa y mis hijos fueron determinantes para que yo lograra escribir, mientras ellos compartían en determinado momento sus ideas, cuando yo les platicaba acerca del proyecto y ellos me hacían comentarios, dejándome después en libertad y tranquilidad para seguir escribiendo, sin molestarme o pedirme que los atendiera. Lo anterior me hace pensar que el apoyo de una familia en el desarrollo profesional es muy importante y que los proyectos personales también se pueden compartir con sus miembros y ellos sabrán hacer sus comentarios y dar muestras de afecto y aceptación ante la necesidad que tenemos de crecer como personas y como profesionales.
Reconozco que cuando escribía acerca del Proyecto para la publicación del libro institucional me sentía más importante de lo que soy, pensaba en ese momento que yo tenía mucha razón en lo que estaba proponiendo y que podría ayudar a la institución, para que todos hiciéramos investigación y nos atreviéramos a publicar nuestras experiencias de innovación y de nuestra labor docente. Sin embargo había momentos de gran duda, por mi mente pasaban las ideas de que lo que estaba proponiendo no tendría frutos, que no sería aceptado por todos mis compañeros y que podrían enojarse por llevarles más trabajo. De repente me sentía cansado y quería abandonar mi sueño. Me levantaba de la silla y salía a caminar por la calle para relajarme, poner en orden mis ideas y descansar un poco. Cuando regresaba a casa, continuaba escribiendo y a pesar de que ya era de noche, yo no quería abandonar el proyecto y pensaba que tenía que  terminar la propuesta lo más pronto posible y entregársela al Director. Procedí a redactarle los propósitos al proyecto, entonces consideré necesario que el libro que se iba a publicar sirviera como referente constante de los argumentos sostenidos y hechos sobre el servicio educativo, logrando que las experiencia educativas relatadas, fueran más allá de una crónica de hechos sucedidos en un contexto determinado, ya que implican algo más que “transmitir una experiencia”, permiten inferir concepciones teóricas, posturas ideológicas y opciones axiológicas. De pronto me vi en la necesidad de suspender mi trabajo con el proyecto, ante la solicitud que me hizo mi esposa de ir a comprar dos garrafones de agua, lo cual aproveché para llevar a mi hijo Adrián de casi dos años, a los columpios y la resbaladilla, que se encuentran a escasos cien metros de mi casa, aunque el cambio de actividad vino a “interrumpir” mi trabajo, considero que es inevitable y gratificante, realizar el trabajo académico y colaborar en los quehaceres del hogar, apoyar a la familia en lo necesario y dedicar tiempo para jugar y conversar con los hijos, y es que es casi imposible separar ambas cosas.
Después de atender algunos compromisos familiares, continué con la redacción de los propósitos del proyecto y decidí que el libro que se iba a publicar tendría que ayudar a reconocer la función social de la escuela, en cuanto a sus implicaciones educativas, que justifican la renovación del Modelo Educativo y la resignificación de las prácticas docentes. Sin duda alguna, representaría un espacio para compartir los emocionados recuerdos de sus protagonistas, acerca de la filosofía de trabajo y de las concepciones teóricas que animaron el proyecto. Seguramente se habría de propiciar  a través del texto la posibilidad de múltiples lecturas: del saber pensar al saber decir, en la que el lector pudiera constatar la congruencia entre los ideales educativos y la obra que se relata, de la teoría a la práctica, en la cual, a partir de las experiencias educativas, el lector pudiera constatar las innovaciones realizadas; del saber hacer a saber ser, en la que a partir de la lectura de las experiencias, el lector pudiera preguntarse acerca de la formación y práctica de las actitudes, valores y motivaciones; de la práctica a la teoría, en la que el lector pudiera reconocer el marco conceptual y de significación del quehacer institucional  y del saber actuar al saber escribir, en la que el escritor diera cuenta del trabajo realizado, con la posibilidad de que el lector se apropiara de las ideas que le parecieran importantes para contextualizarlas e incorporarlas a su realidad cotidiana. Confieso que el diseño del proyecto tan sólo en borrador no fue cosa fácil y rápida, de pronto sentí ansiedad y coraje de que no lograra terminar el trabajo en el tiempo que yo quería, el cuál era de uno o dos días, así me pasé trabajando casi un mes, tiempo en el que escribí y corregí más de diez veces lo mismo, además de que cumplía con otras cosas y me la pasaba leyendo diferentes libros, que no tenían nada que ver con el proyecto, más que el hábito y el gusto que tanto siento por la lectura, como una necesidad y parte muy importante de mi vida, porque interactúo con el autor y cada vez que leo algo pasa por mi mente, ya que la lectura me remite a otros hechos y lugares, me sugiere cosas, me gusta y me disgusta, me da la oportunidad de hacer mis propias interpretaciones, de valorar y manifestar mis impresiones, de asociar la lectura con otros asuntos de mi vida personal, profesional, familiar y social; porque cuando leo me atrevo a debatir al autor, a manifestar mi acuerdo y desacuerdo con sus ideas, tratando de argumentar mis opiniones, puedo argumentar mi postura personal respecto del texto, establecer la relación entre la lectura y la realidad y generar propuestas de aplicación práctica. Por ello no podía avanzar en el proyecto, porque a veces era más fuerte el gusto por leer que por escribir, al fin y al cabo entendí que son dos caras de la misma moneda. Cada vez que escribía algo sobre el proyecto para la publicación del libro, pensaba que ayudaría a promover la reflexión sobre el pasado, presente y futuro de la institución, para orientar el rumbo hacia una institución de educación superior de calidad. Me sentía satisfecho de lo que estaba haciendo, porque seguramente a través del libro, los demás podrían reconocer el trabajo, esfuerzo e innovación, de todos los agentes educativos, en la formación de las generaciones de licenciados en educación secundaria; creo que ya estaba exagerando y lo que escribía sonaba como a discurso político- pedagógico, y aunque la espalda ya me dolía y sentía que me quemaba por el tiempo que llevaba trabajando con el proyecto, consideré que no era necesario maltratarse para lograr algo, aunque de pronto pensé; ¿Y entonces las cosas que valen la pena, cuánto tiempo requieren para sus elaboración?; me aguanté el dolor y continué con mi trabajo, porque la emoción y el placer eran enormes, y se sostenían por mi vocación y la seguridad de que ello traería beneficios y satisfacciones también a otras personas.
Recuerdo que cuando escribí acerca de la temática que se podría abordar en el libro, me extendí mucho, porque abarqué todo lo que se realiza en la institución y lo clasifiqué, entonces; me di cuenta que era demasiado y me acordé de un maestro que tuve en el pasado, con el que casi nunca me entendí, ya que cuando revisaba mis diseños, me decía que yo escribo y abarco mucho, que tengo que delimitar al máximo mis ideas, y lo peor, que tenía que cambiarlas. Me acuerdo que yo no estaba conforme con lo que me decía, porque le dije que un asesor tiene que respetar las ideas originales del autor, que si él quería escribir sobre otro tema, que lo hiciera él mismo, en su tiempo y espacio, y que no me pidiera que renunciara a mis propuestas. Creo que en cuanto a delimitar el escrito, tiene razón, cuidando que no se pierdan las ideas importantes, y es que tal vez es mi estilo y mi necesidad de escribir mucho y a veces de manera detallada, ¿Será porque casi nunca había escrito algo propio, con gusto y creatividad? Durante casi toda mi formación escolar me la pasé copiando planas, haciendo dictados, repitiendo palabras y frases, siguiendo instrucciones y ejecutando órdenes de los profesores, que me pedían leer y escribir sobre algo que muchas veces no me gustaba y lo más grave fueron las innumerables veces que leía para memorizar y repetir la información o contestar un examen oral o escrito, de algo que no comprendía y que al siguiente día ya se me había olvidado.
No importa si me extiendo, esta es la oportunidad de externar que me preocupaba el hecho de haber recordado a ese profesor que “de buena fe me criticaba” y yo no sé ahora si él tenía razón, ¿Usted qué piensa? De todos modos decidí incluir en el temario del proyecto para la publicación del libro institucional, aspectos como: bueno, primero que llevara un índice, luego un prólogo, una introducción o presentación, que dijera quiénes somos los que publicamos y los que trabajamos en esa institución, y doce capítulos más, qué barbaridad, esto parecía una colección de varios libros, seguramente sería muy criticada mi propuesta, inclusive descabellada, como siempre han pensado acerca de lo que propongo y realizo como docente, me hice dudar a mí mismo, ya estaba cansado de soñar, dejaba otras cosas igual de importantes en mi vida por continuar con el proyecto, sabedor que no ganaría un peso más por mi esfuerzo, de pronto me daba cuenta cómo me miraba mi esposa y mi hijo de dieciséis años, yo estaba como “loco” escribiendo, sin importarme la realidad de ese momento; y es que yo creo que ya es una forma de pensar, de ser y de actuar, que me llena y da sentido a mi vida, y para mantenerme fuerte frente a mis dudas, recurría a la lectura emergente de los libros: “El espíritu creativo” de Daniel Goleman,  “Pensar en grande” de David J. Schwartz, “Diccionario de escritores hispanoamericanos” de Larousse y el libro titulado “Chomsky”, tal vez lo hacía para reencontrarme con un escritor que me diera ánimo, fortaleza y me motivara a través de sus ideas, o que me sirviera de ejemplo para tratar de imitarlo desarrollando mis habilidades de escritor; no sé exactamente qué pasaba en mi mete cuando leía esos libros en especial, sin embargo; hay algo común en ellos, los cuatro libros presentan grandes ideas, sueños y utopías, invitaciones a ser mejor, a crecer y crear, a creer que las grandes ideas se pueden volver realidad, a no tirar los sueños a la basura, y es que cuando no podemos avanzar, tenemos que guardarlos un tiempo, y; cuando existan las condiciones favorables para su realización, tenemos que continuar trabajando con ellos hasta hacerlos realidad. Y porque me sentía más seguro cuando otros personajes importantes lo decían, porque alguien tenía que inyectarme fe y esperanza, en esos momentos de soledad e incertidumbre que se presentan algunas veces cuando creamos un texto y un proyecto. En fin, después de un mes, el proyecto estaba terminado y procedí a elaborar la propuesta y solicitud por escrito, para entregárselo al director de la escuela y proponerle que se llevara a cabo en la institución. Yo ya quería que fuera mañana, para llegar a la escuela y entregar el documento, me sentí emocionado y satisfecho por haber diseñado el proyecto, llegó el momento en que me presenté a la dirección, pedí hablar con el director y me autorizaron la entrada a su oficina-cosa que no es difícil en esa escuela, ya que siempre nos atiende rápido y con mucha amabilidad- después de saludarnos y entregarle la solicitud y la propuesta, me sentí emocionado y tranquilo, diciendo en mi mente, yo ya cumplí, sin embargo sabía que faltaba desarrollar el proyecto y veía venir mucho trabajo. El director acogió con agrado la idea y se expresó de maravilla del proyecto; pronto me sentí “grande” e importante, y, no “cabía en la oficina”, aunque de repente me acordaba de todo lo que nos esperaba, por fin salí de la oficina y me dirigí a continuar con mi trabajo en la institución.  Después de pocos días, el director me llamó a su oficina y me manifestó la importancia y la grandeza del proyecto, diciéndome que me daría un oficio de comisión para dirigirlo; me sentí muy contento y satisfecho, a la vez que tenía cierta inseguridad y de pronto dudaba de mi capacidad para tener éxito, sin embargo; allí me comprometí a diseñar una convocatoria para invitar a toda la comunidad educativa a presentar propuestas para la portada y el título del libro y entregarnos sus artículos.
Pasados algunos días, acordamos el director y yo, presentarles el proyecto, primero, a los docentes y después a los estudiantes, para lo cual “me entraron los nervios” y me apresuré a elaborar una presentación en power point. Regresé a casa y -algunas veces en la escuela- me pasé varias horas haciendo la presentación, en esos momentos pensaba que el proyecto estaba cobrando vida, aunque también me hacía pensar que podría fracasar y que implicaba mucho esfuerzo, aunque me considero una persona de trabajo, siempre me asaltan los miedos y las dudas, quizá porque es mejor vivir en el pasado, en el confort y la seguridad que nos da lo conocido y rutinario, o porque ya tenemos una organización de nuestro tiempo y trabajo, o porque nuestros paradigmas son tan arraigados que no nos damos cuenta que podemos hacer las cosas de manera diferente; pues a pesar de la incertidumbre y a veces el dolor que provoca la innovación, continué trabajando con el proyecto, hasta terminar la presentación.
Llegó el momento esperado y realicé la presentación ante todos los docentes de la escuela, me acuerdo que el director me anunció con una gran emoción, porque él sabía de la magnitud del proyecto y lo estaba apoyando. No hubo protestas o manifestaciones abiertas de desacuerdo, sentí que lo aceptaron y salimos satisfechos el director y yo. Pasó algún tiempo y repetí la presentación, esta vez, en el auditorio de la presidencia municipal de Cuautlancingo, ya que es el lugar que tiene más espacio y siempre están dispuestos a prestarlo para nuestras presentaciones. El siete de julio de dos mil diez, terminé el plan de trabajo para la implementación del proyecto y lo entregué a la dirección, para entonces ya había elaborado la solicitud con la propuesta breve, la convocatoria, la presentación y el plan de trabajo; y ¿qué creen?, ya habían pasado varios meses de que los profesores y estudiantes conocían el proyecto y nadie me había entregado su artículo. Cuando coincidíamos en algún punto de encuentro dentro y fuera de la escuela, me decían que ya estaban redactando su artículo y que después me lo entregarían, otros profesores me comentaban que ya lo tenían y sólo les faltaba revisarlo y corregirlo, algunos docentes me expresaban que tenían demasiado trabajo y no podrían entregarme su artículo; con los estudiantes pasaba algo peor, cuando los veía ni siquiera hablaban del proyecto y no me prometían darme su artículo. El primero en entregar su artículo fue el director, recuerdo que lo tituló: ¿En qué  reflexionas maestro?, después de que recibí su artículo, les platiqué a los demás maestros, para que ellos también se animaran a escribir y enviarme su artículo. El escenario era desolador y yo me sentía bastante decepcionado porque no estaba obteniendo resultados con el proyecto, y es que a veces le damos tanta importancia a los resultados, que nos olvidamos que lo más importante es el proceso y el beneficio de aprendizaje que éste conlleva. Ya había pasado un año y sólo tenía pocos artículos, entre ellos los que me dieron mis compañeros de la academia de biología y los que redacté, que por cierto quiero compartirles mis títulos, ya que como siempre, cuando hacemos propuestas nos sentimos muy satisfechos de ellas. Escribí los siguientes cuatro artículos: “Desarrollo de competencias investigativas de la práctica docente: hacia la construcción de un proyecto curricular del centro”, “El debate educativo: ¿Una práctica permanente de los mexicanos?, “Ficha argumentativa” y “Diseño curricular en la docencia”.
Decidí hablar urgentemente con el director para informarle que no me querían entregar su artículo, me atendió en su oficina y se comprometió a platicar personalmente con cada profesor para decirles que escribir es un derecho y una oportunidad y hablarles de los beneficios que tiene en su formación y desarrollo de competencias comunicativas. Además acordamos invitar durante la ceremonia y a través de una circular a toda la comunidad escolar, a que escribieran su artículo y lo entregaran lo más pronto posible a la comisión encargada del proyecto. Algunos profesores estuvieron en contra del proyecto, me lo decían personalmente, criticando incluso a los que ya habían entregado su artículo, manifestaban que era inventado o copiado, ya que nunca habían visto a ese profesor o profesora trabajar sobre el tema que estaba abordando en su artículo; algunos docentes criticaban los títulos, me reclamaban que por mi culpa estaban trabajando más o quedando mal con el proyecto y en el peor de los casos hubo quien se enojó porque el director habló con él.
Algunos estudiantes comenzaron a entregar propuestas para la portada y título del libro, ya contaba  con diez portadas y varios artículos. A pesar de que había pasado más de un año y todavía no tenía suficientes artículos para publicar el libro, fue necesario de mi parte mostrar mucha comprensión y paciencia, así como ofrecerles ayuda en lo que fuera necesario. Hubo algunos conflictos  entre varios  escritores, así como críticas muy severas por el contenido de sus artículos, que dos de ellos decidieron retirar cinco artículos, a pesar de que tratamos de convencerlos de que los publicaran, argumentaron que eran ponencias que todavía no presentaban en los congresos y que además no estaban suficientemente bien elaboradas.
Finalmente logramos avances muy significativos en el proyecto para la publicación del libro institucional y para octubre de dos mil once ya contamos con treinta y dos artículos de los cuales dos son del director, uno del subdirector administrativo, uno de dos regidores de la presidencia municipal de Cuautlancingo, seis de estudiantes, dieciocho de profesores, uno de siete docentes de la academia de biología y tres de profesores y estudiantes juntos como coautores. Sin embargo fueron muy pocos ya que en la institución existen cuarenta y seis docentes y cuatrocientos veinte seis estudiantes.
Ahora faltan muchas cosas por hacer, ya que los artículos pasarán por un proceso de revisión y corrección, publicación, difusión del libro, presentación y utilización.
Son cerca de cuatrocientas páginas, y yo he estado tan ocupado con otras comisiones y asignaturas, que no me es posible revisar, además de que se requiere el apoyo de una persona más experimentada y preparada para que revise los artículos y se le den a conocer a los autores las observaciones y sugerencias para que los corrijan. El director solicitó el apoyo de una persona para que los revise, ya le entregamos veintidós artículos y todavía no termina de revisarlos, yo me encuentro algo preocupado, aunque satisfecho por los avances. Tuve que respaldar los artículos y las portadas en varias computadoras, USB y discos, para evitar que se pierdan. Varias veces he soñado que se pierden todos los artículos. La SEP ya tiene los artículos en borrador y se les presentó el proyecto, considero que les pareció bien y además nos hicieron comentarios positivos y alentadores. El director ya quiere que se elabore una solicitud al Secretario de Educación Pública del Estado de Puebla, para pedirle su apoyo, con el fin de que publiquen quinientos ejemplares, realizando ellos los gastos de publicación, ya que nuestra escuela no tiene suficientes recursos. Esperamos concluir este proyecto en febrero de dos mil doce, debido a que la falta de cultura de la escritura en la institución y la cantidad de actividades que realizamos nos impiden avanzar, es quizás también la poca importancia que le damos a la escritura y a la publicación, lo que nos afecta. Esta experiencia nos está ayudando a tomar conciencia de la importancia que representa para cada uno de nosotros la escritura, así como de identificar el nivel que tenemos como escritores, la cultura, la experiencia y las competencias que poseen cada uno de los docentes y además nos ayuda reflexionar porqué nos tardamos tanto en decidirnos a escribir y por qué los demás no se atrevieron a hacerlo.

Taller del 5.10.2011

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