Creo fielmente que cuando se ama lo que se hace existen mayores probabilidades de ser feliz y hacer felices, de cierto modo, a aquellos quienes nos rodean. Comienzo de esta manera para hacer hincapié en uno de los aspectos más criticados de la labor docente: la vocación.
Si una persona se desempeña en cualquier ámbito profesional sin el deseo de hacerlo, no sólo se sentirá mal con ello sino que los resultados serán pésimos; en la docencia hace mucha falta la vocación para enseñar, pues la educación representa el principal medio no sólo de crecimiento e incorporación al mundo laboral, también representa el medio para desarrollar y aplicar nuestras máximas capacidades como seres humanos, miles de años de mediocridad e ignorancia son la principal prueba de las deficiencias que existen en la educación.
En muchas ocasiones he llegado a sentir desilusión y desesperanza hasta el grado de creer que es imposible cambiar nuestra realidad como mexicanos, pero inmediatamente caigo en la cuenta de que es posible, de que si podemos ser mejores; quizá no forzosamente científica y tecnológicamente, creo que debemos comenzar con formar buenos ciudadanos que sean capaces de interactuar armónicamente en sociedad, para después poder pedir más.
Ciertamente se trata de un trabajo conjunto, familia y escuela, pero es ésta última y específicamente los docentes quienes deben marcar la diferencia, ¿y cómo? Pues bien, se dice que predicar con el ejemplo puede ser una ley que nos rija, enseñar a nuestros jóvenes a ser unos buenos ciudadanos, a que descubran sus mayores potenciales, los exploten y los apliquen y a que se integren a la sociedad de una forma activa, productiva y crítica; son sólo algunos ejemplos.
Si comenzamos con un grupo de cincuenta alumnos, podremos hacerlo con otro y entonces serán cien, y si mis compañeros docentes en formación se sumaran a esta noble causa, entonces la cifra se multiplicaría y poco a poco lo estaríamos logrando. No me cabe duda de que la principal barrera no son los demás, ni la dificultad de trabajar con adolescentes, sino aquella que nosotros mismos anteponemos a nuestros objetivos.
Para tener vocación es preciso comenzar con tener fe, y no importa si en ocasiones dudamos, lo importante es retomar nuestros ideales… me gusta recordar lo que se dice por ahí: “fe que no duda es fe muerta.”
Fabiola Matadamas Sánchez (Docente en Formación)
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