NOTA AUTOBIOGRÁFICA
Coordinadora del programa institucional de tutoría en el Benemérito Instituto Normal del Estado.
Mi experiencia docente inicia quizá cuando realicé mi servicio social en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, dando clases en el inea. Después al concluir mis estudios de formación docente, di clases en la secundaria federal no. De 2 de Ciudad Madero, Tamaulipas. En esa misma ciudad impartí clases de filosofía y lógica en un bachillerato particular. Cuando cambié de lugar de residencia me incorporé al área jurídica de la SEP del estado de Puebla, estuve en otras áreas de la dependencia. Fue en 2002 que me adscribieron al BINE a la licenciatura en educación secundaria con especialidad en telesecundaria; ahí he impartido varias clases del curriculo, desde primer hasta octavo semestre, cubriendo casi todas las que tienen que ver con acercamiento a la práctica, que no son de asignatura y su enseñanza. Actualmente coordino el programa institucional de seguimiento a egresados.
Y la tutoría… ¿qué es?
Recién me reincorporé a mi centro de trabajo después de haber gozado de una licencia médica por gravidez, llegué con la idea de reanudar con las mismas actividades de docente frente a grupo y asesora de documento recepcional de séptimo y octavo semestres; sin embargo, la vida me llevó por otro camino. Algo me habían hablado de hacerme provisionalmente cargo del Programa Institucional de Seguimiento a Egresados (PISE) del Benemérito Instituto Normal del Estado (BINE), egresados de las cinco licenciaturas que actualmente oferta dicha Escuela Normal, y en el que yo formaba parte de su comité como responsable del Programa Educativo (PE) Licenciatura en Educación Secundaria con Especialidad en Telesecundaria. Por azares del destino la persona encargada del Programa Institucional de Tutoría (PIT), en ese momento dejaba la comisión, lo que representaba un conflicto pues estábamos a meses de culminar nuestro proceso de certificación y el PIT era considerado una acción de mejora; así que me ofrecieron coordinar ambos programas al mismo tiempo; a diferencia de que en el primero sería responsable sólo por tres meses y en el segundo, de manera indefinida.
Mi primer reacción fue casi obligatoria, me pregunté ¿qué es la tutoría?, ¿cuáles serán mis responsabilidades?, sin embargo, no externé mis dudas y ahora entiendo que si lo hubiera hecho muy probablemente no hubiera obtenido una respuesta convincente. Por eso al comenzar a leer el texto de Molina Contreras que comienza diciendo “Desde el surgimiento de la orientación, diversos autores se han encontrado con la dificultad para definirla en función de sus objetivos y campos de acción.”, no puede evitar hacer una analogía con el concepto de tutoría, cuando menos por lo que después de ese día y hasta hoy puedo percibir en el BINE.
Es justo decir que llegué a encontrar un programa institucional desinstitucionalizado y con severas brechas entre las cinco licenciatura. No había claridad en el proyecto pese a que la Secretaría de Educación Pública, organizó un Diplomado a nivel estatal para capacitar a quienes se harían cargo de echar a andar esta “nueva exigencia” nacional e internacional: la tutoría. Tuve poco tiempo para gestionar y nada de éste para planear, había que darle continuidad a lo proyectado desde el ciclo escolar pasado.
Me puse a leer y a estudiar, para cumplir con las demandas inmediatas gestioné conferencias en el DIF, con tópicos como Autoestima, Sentido de vida, Manejo de Sentimientos, Sexualidad, entre otros. Las temáticas las ofrecía el DIF, y al elegirlas recordé que en mi desempeño como docente y asesora había podido detectar que estos temas se presentaban como factores que de una u otra manera ponían en riesgo a nuestros alumnos.
Las críticas no se dejaron esperar y los comentarios eran “¿Qué hace ahora el PIT?”, “Entonces hay que ser psicólogos de los muchachos?”, “La tutoría no es clínica, es pedagógica”. No obstante la tutoría como lo marca la ANUIES, es integral, es decir, se ocupa de todos los ámbitos del ser humano constituyendo una estrategia fundamental que puede ayudar a potenciar la formación integral del alumno, esto desde luego, visto con enfoque humanista. Según ROSAS, DE LA O, SALAS (2007), la función en el rol de comunicador está lejos de ser sólo una relación de consulta clínica, sin embargo, es precisamente este rol el más importante dentro de las funciones que debe atribuirse el orientador o tutor, en el sentido de que como lo señalan más adelante, ROSAS, DE LA O, SALAS (et al), la orientación no existe si no tiene como fundamento a la comunicación.
Lo primero, era reconocer el terreno sobre el que me encontraba. Ahí descubrí que sólo 3 de las 5 responsables de tutoría en cada uno de los PE eran las mismas que arrancaron desde el nacimiento del proyecto. Es pertinente aclarar, que yo tampoco estuve en la capacitación inicial. Una de las restantes había sido Subdirectora General Académica y la otra se encontraba cubriendo un interinato por un año. Lo interesante es que los Directivos debieron haber tomado ese curso de capacitación, ello implicaría que cuando menos todos tuvieran las mismas nociones para poder implementar la tutoría. No obstante, las cosas no sucedieron así, luego entonces cada quien tenía su propio enfoque de lo que debía hacer el PIT.
Cuando empezamos a ejecutar acciones de los temas que resultaron necesarios abordar, a partir del diagnóstico producto de la aplicación de los test respectivos, la descalificación de las conferencias se fundamentaba en comentarios como la tutoría no es terapia o acaso vamos a atender el lado afectivo de los alumnos. Esta situación me llevó a retomar los textos leídos relativos a la tutoría.
Era importante para mí, resolver si mis decisiones estaban bien encaminadas. Tristemente me percaté del amplio desconocimiento de lo que la tutoría representa en el nivel superior, si bien es cierto que dicha estrategia tiene sus inicios en las Universidades e Institutos Tecnológicos; a partir del desplazamiento de las Escuelas Normales en el organigrama del sistema educativo mexicano, del tipo básico al superior; las escuelas formadoras de docentes son consideradas también como Instituciones de Educación Superior. Hecho que definitivamente pone en desventaja a estos planteles en tanto que no cuentan con la misma infraestructura para desarrollarse como cualquier IES. Tal es el caso de la tutoría, pues definitivamente no tendríamos los mismos objetivos o metas.
A qué me refiero con lo que afirmo en las últimas líneas del párrafo anterior. Bien, pues la tutoría busca, entre otras cosas, disminuir el rezago educativo y la deserción escolar, para ello considera primordial encargarse de todos los ámbitos de la vida del estudiante, es decir, no sólo lo cognitivo si no también lo social, lo afectivo e incluso la salud, tal como lo dicen Monescillo, Méndez, Bisquerra (2005) atender en un proceso de ayuda a todas las personas durante toda su vida y en todos las esferas que lo convierte en un ser integral e integrado.
Esta noción de la tutoría no es nueva, desde la década de los setenta aparece ya como la concepción que se tiene de la orientación. Lo anterior llama mucho mi atención, en tanto que, quizá para aquéllos que no somos formados en una Escuela Normal, podría no estar muy claro pero quienes recibieron una educación para ser docentes debían estar familiarizados con este hacer. Contrario a lo esperado, los hechos son que los Directivos se oponen a reconocer que es necesario atacar los problemas socioafectivos, de salud o económicos que pueden convertirse en obstáculos para que los alumnos logren culminar exitosamente su formación profesional.
Martínez (2006), al hablar de la comunidad educativa advierte que las efectivas relaciones dentro de los integrantes de ésta coadyuvan a encaminarla hacia la calidad educativa, objetivo que indudablemente debe ser el principal para toda institución de esta índole. No es posible que los planteles educativos Martínez (2006), sean lugares de aprendizaje y diálogo si se privilegia los resultados cuantitativos obtenidos por los educandos, sin reparar en las condiciones en que estos chicos están subsistiendo en su trayectoria por la IES.
Afirma Martínez (2006), que concretarse a conseguir elevadas calificaciones por parte de los estudiantes basados únicamente en los contenidos de planes y programas es una perspectiva con enfoque empresarial, preocupada más por maquilar productos que por hacerlo con buena calidad.
Que esta visión sea entendida y atendida por los miembros de mi comunidad escolar es un reto bastante ambicioso, pues es elemental e histórico el funcionamiento y organización de las escuelas normales. Será una tarea colosal, pero fabulosa si tiene resultados positivos, pues dejaremos de ser una institución preocupada sólo por los resultados de CENEVAL, de los exámenes de concurso para la obtención de plaza y más ocupada en potenciar el desarrollo humano de nuestros docentes en formación, con efectos no sólo en su estancia en el BINE sino durante su ejercicio profesional e incluso en otros aspectos de su vida.
Todo este asunto, provoca confusión en mí, pues precisamente son los docentes normalistas o los del perfil psicológico o psicopedagógico quienes ponen más objeción para el desarrollo de la función tutorial. Mi desconcierto, tiene su base en que, desde siempre, el maestro frente a grupo ha tenido varias funciones independientemente de la primordial que es enseñar (cualquiera que sea el enfoque o metodología utilizada). Baste recordar la etiqueta que de apostolado se le otorgaba antaño al maestro rural o urbano. Así, y según los roles otorgados al orientador (ROSAS, DE LA O, SALAS, 2007) podemos encontrar que muchos de ellos son inherentes al ejercicio profesional del docente.
De hecho en la taxonomía que hace Molina (2002), en las diferentes definiciones que plantea, es muy similar a la referida por la ANUIES, pues coincide en puntos fundamentales tales como resolución de problemas personales o sociales, atención a los aspectos de su personalidad, durante todos los niveles educativos.
Lo lamentable es que seguimos avanzando en el programa sin tener objetivos comunes, o lo que es peor, sin tener objetivos claros que permitan producir resultados que impacten en el desempeño académico de nuestros alumnos, resultados medibles tanto cualitativa como cuantitativamente; pues no ha existido un compromiso ni de Directivos ni del resto del personal involucrado, por construir un criterio que ayude a la consolidación del PIT. Por citar un ejemplo sencillo, desde el Programa Anual de Trabajo (PAT) se proyectó que se establecería la tutoría grupal, es decir que cada grupo contaría con un tutor independientemente del número de alumnos que constituyeran su matrícula, no obstante, esto se aplica solamente en dos PE, en otros dos se subdividen los grupos en pequeños grupos y en el restante todos los docentes son tutores del grupo.
Lo relatado en el párrafo anterior da cuenta de la poca importancia que se le concede al PIT, de las disparidades como consecuencia del desconocimiento de lo que es y no es la tutoría, así como del oscurantismo de sus antecedentes desde que fue concebida en los primeros enfoques como una orientación eminentemente profesional hasta la actualidad en que toma un carácter preventivo, integrador, potencializador y detonador en la búsqueda de individuos mejor desarrollador personal, social y profesionalmente.
Erróneamente hemos querido basar todo el funcionamiento del PIT en los resultados del diagnóstico. Los resultados son obtenidos de la aplicación de 4 instrumentos: ficha de identificación, cuestionario de hábitos de estudio, cuestionario de autoconcepto y cuestionario de perfil de ingreso. Sin embargo en este diagnóstico, y según Cardona, Chiner, Lattur (2006), nos hemos quedado solamente en describir, clasificar y quizá en explicar el comportamiento de nuestros alumnos una vez ingresados a la institución. Sin embargo, la única predicción que hemos hecho va en función de aquéllos alumnos que se incorporaron por alguna recomendación y que en la mayoría de los casos no tienen vocación para la docencia.
Es decir nos hemos quedado, como se dice coloquialmente, cortos, pues el modelo de tutorías es precisamente preventivo y nuestro diagnóstico debiera ir encaminado a predecir cuando nuestros docentes en formación estarán en riesgo de fracaso escolar, implementando acciones tutoriales que le ayuden a remediar el conflicto ocasionado en cualquier ámbito de su vida. Con ello no quiero decir que nos convertiremos en súper héroes, pues sólo somos docentes y, en algunos casos, tutores. Digo esto sin tono peyorativo, más bien a lo que me refiero es a que debemos reconocer también nuestras limitaciones y actuar dentro de las funciones que en nuestra comisión de tutores se nos atribuyen, recordando humildemente que no somos conocedores de todas las áreas por lo que es prudente canalizar a los tutorados una vez que hayamos detectado que necesario una atención más especializada.
Ahora bien, como segundo paso también nos hemos hecho una valoración mal entendida, pues nuestra supuesta valoración consistía en tomar los datos arrojados por el diagnóstico e interpretar cuáles eran las necesidades de los alumnos. Con esto tal pareciera que nuestro actuar es correcto, pero hay una diferencia radical aunque imperceptible a la vez, pues nos concentramos más en cómo resolverlo que en cómo sucede. Quiero poner un ejemplo al respecto. Al aplicar los test de autoconcepto, podemos detectar baja autoestima, rápidamente implementamos una estrategia para incrementarla, pero no se realizó una entrevista entre tutor y tutorado, para identificar las causas de esa autoestima y atacar el proceso de raíz, esto no quiere decir que el trabajo sea infructuoso, sino lento e impersonal, pues a esta estrategia asistirán todos aquellos estudiantes cuyo resultado del instrumento vierta información en ese sentido.
Tal pareciera que la tutoría es algo sencillo, quizá si lo sea, pero paradójicamente también es algo complicado, pues se ven inmiscuidas las relaciones socioafectivas que pudieran surgir entre tutor y tutorado, que pueden ser positivas o negativas.
El diagnóstico psicopedagógico, persigue tres objetivos según de Bruecker y Bond citados por Cardona, Chiner, Lattur (2006), comprobar el progreso del alumno hacia las metas educativas, identificar los factores de enseñanza aprendizaje que puedan interferir el óptimo desarrollo individual y la adecuación curricular. Éstos de alguna manera son compartidos con la tutoría.
Respecto a la evaluación, creo que es un tema alejado de las atribuciones que como docentes de escuelas de Educación Normal tenemos, pues nuestros planes y programas según lo marca la Ley General de Educación, son atribución exclusiva de la autoridad educativa federal y son de observancia general en toda la república lo que implica que para hacerle modificaciones resulta literalmente imposible, y si a eso le agregamos la falta de creatividad por parte de directivos, supervisores y autoridades educativas estatales que impiden se alteren los programas de estudio en aras de lograr la anhelada certificación y excelencia administrativa, resulta que unos pocos valientes revestimos de adecuación curricular nuestras modificaciones las cuales no aparecen en las planeaciones por obvias razones.
Todo ello convierte no sólo a la tutoría, sino a la enseñanza misma en algo parecido a lo que narra López Quintas (2006), cuando hace la analogía del piano y el sujeto que siente su textura, es entonces como algo fuera del ser que aún no logra fusionarse al ser docente, es decir, a la función que como docentes tutores debiéramos desempeñar y se le sigue viendo como algo ajeno a ello, postura evidentemente equivocada pues insisto que la tutoría es algo que de suyo la docencia implicaba, sólo que ahora es necesario sistematizarla y presentar evidencia. Pero tal parece que eso es lo caótico y lo que más preocupa, aunque en cierta razón comprendo esa postura ya que cada vez nos dedicamos a más y más cuestiones administrativas los maestros y menos a la tarea esencial que es la enseñanza.
REFERENCIAS
Bisquerra, A. Rafael (Coord.) . 2005. Modelo de Orientación e Intervención Psicopedagía. Capítulo II Orígenes y desarrollo de la Orientación. Barcelona.
Boza Carreño, Ángel. De la O Toscano Cruz, María. Salas Tenorio, Manuela (2007), Universidad de Huelva.
Cardona Moltó, Ma. Cristina. Chiner Saenz, Esther. Lattur Devesa, Ana. (2006). Diagnóstico Psicopedagógico. Conceptos Básicos y aplicaciones. San Vicente Alicante.
Denyz Luz Molina Contreras, Concepto de orientación educativa: diversidad y aproximación (2002) Revista Iberoamericana de Educación (ISSN: 1681-5653).
López Quintas, A. 2006. Cómo lograr una formación integral. Madrid, San Pablo
Martínez, Valentín. Pérez, Otero. 2006. Consideraciones pedagógicas sobre la comunidad educativa: el paradigma de la “escuela-educadora”. Revista Complutense de Educación, Vol 17 No. 1.
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